Reflexiones, anécdotas, fotos y algo de info para los que quieran cicloturistear por ahí ;)


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Imagínense el momento: llega la caja de la bici, más dos cajitas con repuestos y accesorios, y un par de cubiertas extra, todo embalado y con papelitos que me nombran a mí, como la flamante destinataria de semejante tesoro.
Felicidad absoluta… Taquicardia. Siento que mi corazón está a punto de estallar: “Por favor no explotes, al menos no ahora, que todavía nos falta hacer la travesía!”
Subo todo por el ascensor y lo entro a mi pequeño hogar.
Salto, canto, río, bailo: mis vecinos tiemblan por mi salud mental.
Tijera en mano, comienzo por abrir la caja más grande, y ahí estaba ella, mi nueva bicicleta! La saco con cuidado. Está toda embalada y desarmada. Es la primera vez que tengo una bici rodado 29 y con frenos a disco mecánico.También va a ser la primera vez que uso una Diamondback.
Comienzo a sacarle las protecciones que la cubren.. y ahora la puedo ver mejor! Y si, lo comprobé, existe…..el amor a primera vista, existe!
Creo que si la bici tendría vida, lo primero que hubiera pensado es: “Por dios! Esta loca no tiene ni idea de como armarme!”. Acto seguido, imagino que huiría despavorida por la puerta o se tiraría de mi ventana.
Por suerte no tiene vida y se quedó (?). Yo, aún con la tijera en mano, la miro, y de repente mi sonrisa comienza a desdibujarse. Pienso: ¿Cómo c………se armará? Miro hacia arriba, buscando que un rayo de iluminación y sabiduría divina, caiga sobre mí y me llene de conocimientos para armarla.
No pasa. Eso no pasa. Sigo mirando hacia arriba, a la espera. Veo que hay una tela de araña en el techo: dejo la tijera y voy por la escoba.
Minutos después, retomo. Con mis herramientas en mano, paciencia, tiempo y dedicación lo voy logrando. La armo, le coloco los accesorios que vinieron en las otras cajas: cuernitos, espejito, porta caramañolas, etc. El cuenta kilómetros por suerte lo trajo puesto!
Luego noté que me faltaba una herramienta, y para poder continuar, fuí caminando con la bici, ya casi terminada, facturas en una mano, y los pedales en la otra, hasta una bicicletería, para que me presten la herramienta un momento. Los chicos, se ofrecieron a colocar los pedales ellos! 🙂
Mujeres: Para todo, absolutamente para todo, hay un hombre que se tomó el tiempo de hacer un tutorial en youtube… eso, me salvó las papas.. sépanlo, totalmente agradecida!
Comparto esto, porque no quiero que piensen que para hacer cicloturismo, sí o sí tienen que tener ciertas condiciones, conocimientos, habilidades y otras cosas más. Si se tienen, bien. Y sino, se aprenden, mientras haya ganas y pasión, todo se puede. También, siempre hay algún amigo/a dispuesto/a a contestarles preguntas, orientarlas, enseñarles, ayudarlas y demás… pregunten, y sino, busquen en san google, youtube, etc.
Creo que la clave está en confiar en que podemos hacer las cosas nosotras mismas, y las que realmente no podamos hacer, sepan que siempre vamos a encontrar a alguien que nos pueda dar una mano (incluidos los youtubers o como se escriba).

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Mi primer travesía en bici sóla! :D

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Les comparto la travesía en bicicleta que hice en enero de 2017, por la Carretera Austral de Chile.

En principio no me animaba a viajar sóla de esa forma, pero la realidad era que tenía muchas ganas de pedalear la patagonia chilena, y el que ya no cuente con un compañero de viaje, no quería que sea un determinante.

Tenía la experiencia y conocía la dinámica de viajar en bicicleta, pero siempre lo había hecho acompañada por Lucas. Mi situación sentimental cambió, pero mi pasión por viajar sobre los pedales, no! jajaja. Así que con un poco de asesoramiento, motivación y aprendiendo algunas cosas básicas de mecánica, me armé de coraje, y me fuí unos días a probar lo que era viajar en bici, pero esta vez sóla… Y……. LO AMÉ!!!!!

Acá les dejo el link con el día a día de la travesía:

Chile en BICI


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¿Por que me encanta viajar en bici ?

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Para mí, viajar en bicicleta es un perfecto equilibrio, que se mantiene en cada vuelta de pedal, y que involucra mi cuerpo, mi mente y mi espíritu. Viajando de esta forma, se me hace difícil no mantener el órden, y aunque no parezca a simple vista, es elemental saber dónde está cada cosa, que lugar ocupa dentro de mis alforjas, dentro de esa casita que cargo a cuestas sobre las rutas. Armonía, es lo que me colma como cicloviajera mientras ando y desando caminos, mientras observo el entorno que me abraza y me conecta con mi respiración, con mi cuerpo, mi alma y con todo lo que me rodea. Naturaleza indómita, aire con aroma a campo, calor del sol, a veces frío que cala los huesos, olor a asfalto mojado, a pasto húmedo, caminos de piedras sueltas, viento que me despeina, que me habla, que lo escucho, y a veces silencio, silencio absoluto y luego interrumpido por el andar veloz de un auto. Lluvia que me recuerda que tengo que buscar un refugio, cansancio que me hace detener a descansar, sensación de hambre, que más que sensación es: “corransé que me como a alguno”! En bici, todos los sentidos se activan, se potencian, se conectan y me hacen vivir ese momento, ese segundo, ese instante. Recorro pacíficamente pedacitos de mi tierra, esa que también le pertenece a todos los demás de igual manera, todos con igual derecho a vivir. ¿O tengo yo más derecho que ese árbol, qué ese caballo, que esa vaca? Paso sin dañar, sin siquiera dejar rastro. Acampo en cualquier lado que me instinto apruebe, y si es en medio de la nada, mejor. Al día siguiente me voy, dejando ese paisaje inalterado, sin señal de que alguien descansó en ese suelo ni bajo esas estrellas. El ritual de viajar en bici se repite una y otra vez: desmontar todo, armar… Desarmar y montarlo nuevamente. Cocinar.. lavar.. ordenar.. Buscar hasta el más ínfimo rayito de sol que se asome y que me caliente la cara y las manos, mientras desayuno sentada en una piedra…..Luego, subirme a la bici, con mi pancita felíz y volver a pedalear. Aunque tal vez, si tuve suerte, alguna de esas familias todo corazón que abundan (gracias a Dios) x las rutas, pueblos, ciudades y hasta parajes desolados, me hacen un lugarcito en su casa para que me acomode: yo, mi novio, las bicis y todos los chiringos!!! Cuando eso pasa, una sensación de gratitud invade mi cuerpo y el pensamiento interno aparece: “Vamoooos! Hoy no armamos la carpa!!!!” Y aunque armar la carpa ya es un hábito que me gusta (y dormir adentro más), que nos regalen un respiro de vez en cuando… Encanta! Compartir con personas hasta hace momentos desconocidas, y de un instante para otro, casi familia. Entonces esa noche es especial, porque también tiene lo suyo…

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Y así se pasan los días viajando bici, entre incontables frenadas de golpe a fotografiar por séptima vez, ese mismo pico nevado que me está acompañando desde la mañana, o ese curso de agua que me sigue y me pasa, o a retratar ese cóndor que por más zoom que le ponga a mi cámara, nadie jamás me va a creer que lo tuve volando tan bajito. Me subo a la bici, tomo agua, me bajo, como algo. Pedaleo de nuevo, freno.. me acomodo el pelo y entonces me subo de nuevo, saludo con la mano, ando por horas y me dejo sorprender por todo lo que me rodea. Mis retinas no quieren perderse detalle, hasta el punto en que siento que ya ni me distingo dentro del paisaje, me siento parte (y nunca falta el que saca una panorámica con un cicloviajero adentro), me conecto de nuevo, me distraigo, me canso, mi mente se va cada tanto, pero es más lo que está acá, que divagando… tal vez insulte, tal vez grite de alegría… o cante a toda voz… quizás le diga un piropo a algún animalito que vea, o algún árbol… Viajar en bici y amarla, y hasta sentir que es una extensión de mis piernas. Poder apoyarla en cualquier lado para descansar, para adueñarme de esos lugares que más me gustan, esos con las mejores vistas y sin ningún turista.

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Mates que me acompañan en los atardeceres, sueños reflejados por la luna durante la noche o interrumpidos por una tormenta inesperada. Y esos tantos amaneceres que me encontraron siempre en un lugar diferente: abro el cierre de la carpa, asomo la cara y ahí estoy: no es un sueño… es mi sueño haciéndolo realidad. Viajando en bicicleta la mayor parte del día estoy al aire libre, es autoinmunizante y me olvido de lo que es un resfrío! Problemas para dormir? Nahhh, no existen. Porque me desmayo cuando se esconde el sol y me despierto cuando sale. Y lo mejor es que siento que dormí tanto y tan bien, que ni un Tiranosaurio Rex saltándome arriba de la carpa me puede despertar. Eso sí: los pasos de algún cristiano o canino merodeando cerca de mi bici inexplicablemente me levantan y me ponen alerta.

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Para mí viajar en bici es eso, y mucho más también. Es ponerme a prueba todo el tiempo, es desafiarme, conquistar caminos, mirar hacia atrás y decir: “Wow, mirá hasta donde llegué yo solita! Es gratificante. Es el premio merecido por el esfuerzo sostenido. Me abre la mente, expande mis propias fronteras, supera mis miedos. Digamos que: “me reinicia el chip”. Por eso no tengo dudas de que todos deberían alguna vez probar la experiencia de viajar en bicicleta, así sea por 5 días! Estoy segura de que arriba de los pedales se viaja y se vive más intensamente!

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Ojos que no ven…

Ojos que no ven, corazón que no siente, miradas que no se cruzan, sentimientos que no surgen, emociones que no afloran, momentos que no suceden, pasos que no se dan…

Ojos que no ven, oídos que no escuchan, sensaciones que no pasan, sentidos que no sienten.

Porque cuando no vemos, nos perdemos de mucho más de lo que creemos.

No vemos a nuestro alrededor, no nos permitimos que nos pasen cosas, que pasarían si estaríamos más atentos, más presentes, más conectados con nosotros y con lo que sucede en nuestro entorno.

Cuántas personas pasan a nuestro lado, sin siquiera regalarles y que nos regalen una mirada? Cuántas veces miramos a los ojos de quién tenemos al lado? Algo que parece tan simple, pero que sin embargo cuesta mucho.

En un presente donde todos estamos continuamente «conectados», ¿Cuántas cosas se nos pasan de largo? ¿Cuánta, de esa constante «conexión», realmente nos conecta? ¿No es más lo que nos desconecta de lo «real», del mundo «tangible», del aquí y ahora? Creo que en un justo equilibrio está bien. Los invito (y me invito), a descubrir, cuándo la balanza pesa más del lado de la conexión virtual, que del de la real, y si quieren, prueben equilibrarla. Tal vez, resulten charlas donde nos escuchemos más los unos a los otros, sin las constantes interrupciones de los ringtones de moda, o nos encontremos mirando más a los ojos y menos al celular, (al que se le da más importancia a veces, que a quién tenemos en frente).  Mesas compartidas donde los sentidos estén puestos ahí, junto a los seres queridos y no tanto en lo que pasan por la tele. Son simples ejemplos, que pueden hacer la diferencia.

Busquemos conexiones reales, intensas, verdaderas, con las personas que queremos, y con todo nuestro entorno.

Y, definitivamente, mirémonos más a los OJOS!

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100 días de viaje

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En un intento de resumir estos 100 días de viaje que llevamos, miro mi cuaderno donde a diario escribo tratando de no olvidar ningún detalle, y busco la manera de sintetizar en algunas palabras todo lo que vivimos en esta travesía desde el primer día hasta hoy. Sentimos muchas ganas de compartirlo, de contarlo, y tal vez, quién sabe, sirva de inspiración a potenciales cicloviajeros o a cualquier persona que quiera viajar, de la forma que sea y aún no se anime!

En nuestra experiencia personal, admitimos que:

Viajando suceden cosas increíblemente “mágicas” y creo que la respuesta a eso, es que cuando vamos tras lo que queremos, tras nuestros sueños (sean viajes o no) nos estamos conectando con nuestro ser y haciendo lo que nos hace felíz y entonces coincide lo que pensamos, sentimos, decimos y hacemos. No hay lucha interna porque estamos haciendo lo que realmente queremos, siendo como realmente somos, y la respuesta de la existencia ante eso es instantánea. Y entonces todo comienza a fluir de una forma que a veces nos deja atónitos. Después nos damos cuenta que ningún encuentro es por casualidad y que parece estar todo relacionado con todo.

– El viajar es un aprender constante. Nosotros viajamos lento, muy lento, y vamos observando cada detalle que no se puede disfrutar de otra forma que no sea viajando despacio.

– En éstos 100 días en la ruta entendimos que los tiempos no son sólo los nuestros, sino también de la naturaleza. Cuando queremos avanzar y el tiempo se opone (por fuertes vientos o lluvias), lo aceptamos y nos relajamos. Entonces suceden otras cosas, que luego nos hacen pensar, que fue mejor que se haya dado así.

– Viajando en bici estamos más en contacto con la gente, podemos charlar con quién sea sin apuro, conocer su historia, y la del lugar que estamos visitando. Aprendemos de cada persona que encontramos e intentamos dejarle algo también.

– Cada kilómetro que recorrimos valió la pena, porque incluso cada tramo de tierra algún recuerdo nos dejó: paisajes, olores, sabores, sensaciones, canciones, enojos, e incluso hasta mis lágrimas (cuando se ponía muy difícil).

– La gratificación de lo alcanzado día a día, de llegar a destino, (aunque el camino sea en sí mismo el destino), es tan grande que no se si quepa en nuestro corazón.

– Se puede amanecer en distintos lugares todos los días y sin pagar un sólo peso.

-Reemplazar el sonido del despertador de celular sonando a la mañana, por el sonido de lo natural: de los pájaros, del lago, del viento que hace crujir los árboles, de la lluvia, claramente no tiene precio.

– 100 días que nos enseñaron a confiar que todo sucede por algo y que el viaje sigue, no sabemos por cuanto tiempo, aunque si sabemos hasta donde queremos llegar. Aceptamos lo que sea de acá en más, y estamos felices porque todos los días durante esta travesía, sentíamos que estábamos donde queríamos estar!

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Viviendo en movimiento

Viajando me dí cuenta de que realmente es muy poco lo que necesito para ser felíz. Pasar de las comodidades cotidianas que podía ofrecerme mi vida sedentaria, a vivir en movimiento, a dormir en una carpa y a sentirme parte de cada espacio donde paso la noche o me paro a descansar. Desayunar al costado de la ruta, detenerme donde y cuando me plazca para contemplar la naturaleza que me rodea. Sentir en todo momento que estoy donde quiero estar y cuando siento ganas continúo con mi viaje o me detengo unos días a disfrutar de los lugares que más me gustan. Dormirme cuando baja el sol y despertarme cuando amanece y el sol calienta mi carpa. Salir y encontrarme todos los días con un paisaje diferente, disfrutar del silencio, contemplar el cielo, pedalear horas sin cruzar a nadie, sin que haya nada más que naturaleza a mi alrededor. Conocer personas y que en cuestión de minutos te abran las puertas de su casa, cruzarme con cicloviajeros de todos los rincones del mundo pedaleando por lo largo y lo ancho de nuestro país. Acostarme con la tranquilidad de que voy a pasar la noche más segura que en mi ciudad. No conocí hasta ahora a ningún viajero en bicicleta que no esté felíz con la vida que está llevando (y muchos hace años que recorren el mundo de esta manera). Sentir que el universo es mi aliado en todo momento y tener la certeza de que todo sucede por algo, la confianza de que todo va a estar bien. Los miedos se disipan y ese espacio se llena de valor, de seguridad en mi misma. Las dudas se vuelven certezas a medida que viajo y experimento en carne propia lo que es estar en continuo movimiento. Viajar así me encanta, me hace felíz, me conecta conmigo y con mi entorno, lo disfruto y vivo en el eterno presente.

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Dedicado a nuestra increíble Patagonia

Hay días que te siento tan mía y juego a conquistarte y otros en los que parecés ser tierra de nadie. En vos convergen los más impactantes paisajes, como así también las estepas interminables. El viento que te habita es tu aliado siempre aunque pocas veces el mío. Con cada vuelta de pedal te conozco un poco más y sabés mantenerme alerta en todo momento. Tus distancias inmensas, tu clima cambiante, tu viento constante que a veces aturde. Patagonia extrema, sin grises. En mi despertás amor y odio todo en un sólo día. Patagonia loca, tan rebelde, tan inhóspita, tan impredecible. Me sacás el aliento con tus interminables subidas, con tus fuertes vientos y ráfagas que no me dejan avanzar, pero me lo devolvés con las más extensas bajadas, con las mejores postales que mis ojos jamás vieron. Me hacés vibrar de alegría, me hacés emocionar hasta las lágrimas cuando después de un intenso día me regalás paisajes, atardeceres interminables y tantas cosas más, difíciles de explicar. No sos fácil y valientes los que se animan y te habitan todo el año. Jamás vas a pasar inadvertida para los viajeros que estamos de paso. Sacás lo mejor de mí y también lo peor. Sos extrema, sos cambiante. Es una bendición el aventurarme en tus tierras, impregnarme de vos, respirarte, aprender a vivir a tu ritmo sin impacientarme, porque acá los únicos tiempos que valen son los tuyos e intentar sobreponerme es como luchar contra la corriente. Vos me marcás hasta donde sí y hasta donde no. Kilómetro a kilómetro descubro tu mejor y tu peor cara. Siempre vas a permanecer en mi memoria y en mi corazón, Patagonia mágica, y sobretodo, Patagonia intensa.-

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Luces en el camino

Este post se lo dedico a todas esas personas que sin conocernos, sin saber nada de nosotros, de donde éramos, hacia donde íbamos, sin siquiera imaginar que podían un día cualquiera cruzarse con dos viajeros en bicicleta, y hasta sin llegar a comprender porque lo hacíamos, nos ayudaron de una u otra manera, porque por más que se viaje sólo, de a dos, o de a muchos, siempre pero siempre se necesita de alguién! A esas personas que cargaron de agua nuestras caramañolas, que nos convidaron con algo rico, que nos dieron un lugar seguro para acampar, que nos abrieron las puertas de su casa sin dudarlo, que nos ofrecieron una ducha caliente, una cama calentita, un reparo del viento o un techo para la lluvia, que frenaron su vehículo para saber si estábamos bien, si necesitábamos algo, que compartieron con nosotros mates, charlas, que nos hicieron sentir “cómo en casa”, a esas personas que conocimos y a las que recordaremos siempre con mucho cariño, les agradezco inmensa y eternamente, porque con su instinto solidario nos hicieron sentir cerquita de casa, cuidados y queridos. A todos ellos que nos dieron sin saber “una caricia al alma». Porque hay mucha gente buena y solidaria, siempre lo supe y día a día que paso en la ruta, lo confirmo… Con algunos tenemos fotos, con otros no, algunos fueron encuentros de minutos nomás, otros de días, con algunos seguimos manteniendo el contacto, otros viven en lugares sin señal y no utilizan internet, a todos ellos: MUCHAS GRACIAS!!!!

Uru gracias x tanta buena onda!!! Algún viaje nos volverá a cruzar!!!

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La España que me llevo

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Julio del 2008, habían pasado 25 años de haber llegado a este mundo y sólo 8 meses de haberme separado. Con la ilusión y la adrenalina de quién por primera vez experimenta tener un boleto de avión en mano, a instantes de probar por mi misma la sensación de “volar”, de despegarme del suelo, de abrir mis alas y fluir a lo desconocido, a todo lo que ese primer viaje significaba para mí, ahí me encontraba yo con mi equipaje en Ezeiza. Nacida en Argentina, uno de los dos países más australes del mundo, era la primera vez que viajaba sola, y mi destino era del otro lado del “charco”. La razón, o tal vez excusa, visitar a mi hermano que hacía varios años vivía en España.

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La alegría, los nervios y la euforia se apoderaron de mí cuando el avión comenzó a despegar, o tal vez antes. Estaba emocionada, ansiosa. Luego de varias horas de vuelo, mis ojos vieron desde el aire por primera vez España: repleta de un sin fin de pequeñas luces, que brillaban todas en un cielo oscuro, que se hizo esperar antes de mostrar su nuevo amanecer. Un día más para muchos, ese día, único para mí. Seguía alegre, casi infantil. Pisé suelo español en Barajas y antes de poder mentalmente ubicarme en tiempo y espacio, me embarqué en un segundo vuelo, esta vez de cabotaje y con destino a Málaga. Aún recuerdo a la pasajera a mi lado leyendo su libro, completamente abstraída de todo, y yo sin entender como no miraba en absoluto por la ventanilla, mientras sus ojos ignoraban la costa del sol, los míos la pretendían absorber toda en un mismo instante. En el aeropuerto de Málaga, me recibieron mi hermano junto a mi cuñada: abrazos fuertes, cálidos e interminables, que había guardado por mucho tiempo, a la espera de ese encuentro. Fue en San Luis de Sabinillas, provincia de Málaga, una pequeña población, con hermosas y tranquilas playas, donde comencé mis vacaciones. Los días eran largos, el calor constante y las noches estrelladas. A la mañana temprano, me iba a la terminal de ómnibus, allí elegía mi destino, cercano, como para ir y volver en el día, llevando sólo mi mochila con lo necesario. Todo era nuevo. Todo me gustaba. De España no esperaba ni imaginaba nada, tal vez por eso me gustó tanto. No dí espacio para la frustración que sucede cuando lo mentalmente concebido y lo real, difieren. Llegué como una paracaidista a tierra desconocida, resultado de mi inexperiencia viajera, y realmente lo que conocí,en su mayoría me encantó.

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En S. L. de Sabinillas, caminé kilómetros descalza por la arena de sus playas solitarias, junté caracoles, corrí tras cientos de gaviotas, me bañé en las aguas de un Mar Mediterráneo de olas casi inexistentes, un mar silencioso, casi sigiloso, un mar cálido, diferente a las aguas de las que mi piel se había acostumbrado verano tras verano en Mar del Plata, mi ciudad natal. En las playas de Tarifa me dejé volar, y colmé mi vista con los colores de los barriletes de quienes la eligen para practicar su deporte preferido. Visité y recorrí Marbella, me perdí en sus playas repletas de turistas. Los atardeceres me encontraban sentada en algún muelle de los pequeños puertos deportivos de las localidades costeras de España, alimentando con miguitas de pan a sus peces.

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De paso por Benalmádena, probé silenciar mi mente en un templo budista. Compartí todo un día con españoles amigos, disfruté de su forma de hablar. Con ellos conocí Casares, donde me dejé llevar por sus callecitas angostas y empinadas, fotografíe sus blancas casas, con maceteros llenos de flores colgando de sus paredes, descubrí con sorpresa los Baños de Hedionda, me hunté barro en todo mi cuerpo y me sumergí en sus aguas sulfurosas de intenso aroma. En España subí sierras y conocí antiguos castillos. Fui espectadora del Circo del Sol, y disfruté su espectáculo “Alegría” como niña. Crucé la Línea de Concepción hacia Gibraltar, adorné con un sellito más mi pasaporte, y con sorpresa viví el cambio de cultura, idioma y moneda, de este pequeño país que se manifiesta a los alrededores de un gran peñasco. En la localidad de Maro, descubrí la Cueva de Nerja y me adentré a ese increíble mundo subterráneo, casi irreal, donde mis sentidos se despertaban paso a paso en mi recorrido por sus galerías, donde jugué por momentos a ser geóloga y hasta creí estar en otro planeta. Días festivos, tapas en cualquier bar, tardes de playa, ferias, y mucho más disfruté en Estepona, Fuenguirola, y San Pedro de Alcántara. Conocí Puerto Banús, me empalagué de sólo ver sus lujos, sus imponentes yates y ferraris que parecían sobrar, todo eso a escasos kilómetros del continente más pobre, me hacía pensar sobre las diferencias sociales tan abismales que existen y convergen en este mundo.

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Cuando las selfies no se usaban

En el Puerto de Algeciras, crucé el Estrecho de Gibraltar en ferry con destino a Tánger, Marruecos. En ese viaje fugaz dentro de otro viaje, disfruté del té, de los sabores típicos, vivencié el cambio cultural, la increíble intersección del Mar Mediterráneo con el Océano Atlántico, que se funden el uno con el otro sin más, y fue ahí que sentí el sol más cerca, lo ví tan inmenso como nunca antes. Caminé por la cueva de Hércules, paseé por el zoco y hasta me subí a un camello. Luego volví a España, para disfrutar de mis últimos días del viaje y cerrar así una experiencia, para mí, inolvidable.

Vista de Marruecos desde España.-

Vista de Marruecos desde España.-

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La aveja que rescatamos con pajitas de  un inminente ahogo dentro de la gaseosa

La aveja que rescatamos con pajitas de lo que podía haber sido su fin dentro de la gaseosa

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Hoy, a pocos meses de emprender un nuevo viaje, pero esta vez en bicicleta, con un amor, y por todo mi país, cuando recuerdo ese viaje vivido años atrás, pienso que vaya a donde vaya, de la forma que sea, por el tiempo que sea, lo que me queda de cada viaje y de ese en especial, además de los paisajes que aún viven en la retina de mis ojos, las personas que conocí, las que me acompañaron en ocasiones y disfruté, lo que me queda y lo que voy a llevar siempre conmigo, eso que ni expresándose con palabras ni con fotos puede alcanzar la magnitud de lo que realmente es o fue, son las sensaciones que llenaron mi alma, son las impresiones que se tatuaron en mi piel, los aromas que se impregnaron en mis fosas nasales, es el regocijo de mi corazón y la autoconfianza que gané kilómetro tras kilómetro de mi viaje, de cada viaje. Es lo que me queda. Lo que me llevo. Lo que me alimenta, lo que vale. Es esa compañía conmigo misma, ese reencuentro, ese sentir, ese aprendizaje, ese crecer y trascender, porque todo viaje hacia afuera es inevitablemente un viaje hacia adentro también.

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Si tuviera que contar cuantas veces me mudé en mi vida, no me alcanzarían los dedos de las manos sumados a los dedos de mis pies. Tendría incluso que pedirle prestados todos los dedos de mi novio para poder contarlas y creo que me quedaría corta. Porque ese ritual de llevar mis cosas de un lado para otro, mi energía y mi cuerpo fue parte de mi vida desde siempre: claro está que de chica no lo decidía yo, de grande y en cierta oportunidad, no tuve opción, y en otras, cómo esta última, fue producto de mi entera decisión 🙂 . Karma o no, la cosa es que cada vez que voy y vengo cargada (porque no siempre hice mis mudanzas con fletes, también las hice caminando con bolsos y hasta en bici con las alforjas bien llenitas), me lo tomo con bastante humor y me río de mi misma. Vaciar lugares para llenar otros, dejar cosas en el medio que no se vienen conmigo, que no sé donde quedan o a donde van, tal vez se pierden en el camino o simplemente desaparecen o permanecen en algún universo paralelo ¿? ja! (me pasó muchas veces que por alguna misteriosa razón, no las encontré más :O). Pero la mudanza esta vez es diferente, y no porque no haya perdido nada, sino porque es en pos a mi viaje. Hay cosas mías que tuve que esparcir por otras casas para que me las guarden, otras que vendí para ahorrar para el viaje, otras que regalé, otras que pasaron a otra vida por haberlas embalado así nomás y otras, las indispensables, (aunque algunas no tanto) son las que me llevo conmigo al viaje, a mi bici-casita móvil, que felizmente voy a cargar durante los meses de travesía.

Si sigo así voy a terminar en pampa y la vía!

Si sigo así voy a terminar en pampa y la vía!

Todo lo que planifiqué comienza a tomar forma, aunque me cueste por momentos adaptarme a estos cambios, después de todo, practicar el DESAPEGO no es para nada fácil, aunque sí sumamente enriquecedor, porque aunque no parezca el desapegarse de cosas y/o personas es muy positivo, y hoy forma parte de los esfuerzos que tengo que hacer para alcanzar mis sueños. Así que, me voy a quedar con este último párrafo y lo voy a recordar y si es necesario re leer, para cuando en estos meses antes de irme de viaje, me sienta incómoda, molesta, cuando recuerde la privacidad de mi dulce hogar que ahora no tengo más, mis meriendas en soledad, las cenas con mi novio, el No televisor, el No teléfono fijo que suene a cada rato, el silencio.. el silencio… el silencio que tanto amo… ¡sí SILENCIO TE AMO! En fin, me voy a recordar que el haberme venido nuevamente a lo de mi mamá, es positivo y necesario para que pueda viajar por muchos meses. Por eso voy a aprovechar este medio para dejarle un mensaje a mi mente y a mi ego: «Traten de no tapar con su voz parlanchina estos momentos en los que estoy trabajando internamente la aceptación y el entendimiento. SI????? Gracias…» Ah! Una cosa más: quiero contarles que hay algo que decidí: No quiero tener más de un único ejemplar de shampoo y de acondicionador, basta de variedad de marcas, no más cremas para el cuerpo en cantidad, porque sólo con una es suficiente (de las cremas de la cara todavía no puedo decir lo mismo), no más adornos AL PEDO: Dios, por favor te imploro no quiero más ni un inservible adorno, ya con los que tengo acumulados a lo largo de mi vida me bastan y me sobran, son lindos pero ya me molestan!!!.Tampoco quiero gastar plata en ropa que casi no voy a usar, no quiero más de UN perfume, (estos meses disfruté tantoooo de gastar los 4 que tenía y tirar el envase que no puedo explicarles!), y ya me molestan los zapatos y botas que acumulé en todos los años de mi juventud, y esa cajita de maquillajes y sombras que jamás de los jamases usé, voy a regalarlaaaaaaaaaaaaaa!!!! estoy harta de tantas cosas de gusto…. a regalar, a alivianar, a ser felíz!

He dicho.-

Quién sabe, tal vez termine viviendo en un castillito de arena!

Quién sabe, tal vez termine viviendo en un castillito de arena!